Han llegado a mí aires de libertad.
Me creía inamovible, pétreo,
Ahora, retorcido me liberan.
Cuerpo oloroso: revuelve mis instintos.
Menuda silueta, ¿qué diosa refulgente no te envidia?
No Venus, no Afrodita.
No Ninfas lujuriosas.
Un día, preso en mis actos,
Hoy, en los suyos – ¿y soy libre?
En aquellos inviernos grises y lejanos
trataba de gritar desde el silencio.
Este verano vocifero el amor que no muere.
Han llegado aires de libertad para este temeroso loco,
exreprimido, cuasi-inocente, -que aun semirrasgado-
se rehace en cada canto de la vida (¡de esa vida!).
¿¡Quien diría!? Mudo una vez, he de hablar mil idiomas.
Han llegado, a mí, Aires de Libertad:
¡Soplen por siempre!
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