Siempre tuve -entre la "viejitud" más ortodoxa de la Universidad-, la fama de ser "mal educado". Eso siempre me tocó los cojones, yo era como era y soy como soy. De todas formas, siempre te querrán y te odiarán quienes te quieren y te odian. No se es monedita de otro -ni falta que hace. A la gente hay que reconocerla y aceptarla como es. ¿Quién tiene derecho a exigir como debe ser el otro?
En realidad, no es que soltara los cojones en cualquier sitio, pero como cubanísima expresión ¡¡¡¡Cojones!!! de vez en cuando se me iban. Bueno, y ¡¡Pinga! también; especialmente cuando me encabronaban. Probablemente es parte de mi hablar cotidiano (¡¡coloquial!!); lo fue especialmente cuando era más joven, -¡coño!, ni que yo sea un "temba". ¿Pero que se puede hacer, si nací en un solar de La Habana Vieja?...