El loco camina por las calles.
Anda sin rumbo – y sin alma.
El corazón estalla entre la furia y el deseo.
Cae una lágrima.
¡Qué frenesí!
¡Cuánta locura!
– mucho amor, cordura escasa.
El loco no ama: muere sin calma.
Poco espacio queda en ese pecho que empuja,
con fuerza temible de volcanes,
como si fuera a salir, pronto, la lava.
Por las venas del loco corren corceles,
y en las pupilas, como diminutas pantallas
se proyectan imágenes:
Su Dulcinea se desnuda.
La piel del loco se contrae
– literalmente, sus pelos están de punta.
Adelanta el meñique, extiende el antebrazo
y cuando intenta acariciarla,
Dulcinea desaparece.
Grita el loco,
¡Grita! , ¡grita!
Llora, gime, ríe,
– toda calma se despide.
Cae de rodillas.
Canta.
¡Oh Dios!, apiádate, de los locos que aman
martes, 29 de diciembre de 2009
El loco
21:01
Yasser Farrés Delgado
No comments
0 comentarios:
Publicar un comentario