martes, 26 de octubre de 2010

Perímetro de la Bahía de La Habana: conformación e imagen de un territorio (II)

Puerto siglo XX: la metamorfosis
Desde la fundación de San Cristóbal de La Habana hasta la caída del imperio español, el puerto habanero se había conformado en función de los intereses de España en América; más, sólo unas décadas fueron suficientes para  que  Estados  Unidos,  nuevo  dueño  de  la  Isla, transformara la bahía a imagen y semejanza del paradigma que profetizaba. Pocos años y significativas intervenciones en el espacio urbano alrededor de la bahía, la infraestructura portuaria y la red vial, hicieron aparecer una ilusión de progreso y bienestar orientada, básicamente, a promover el ocio y la diversión, que traerían al turismo y las inversiones norteamericanas hacia Cuba. El puerto mantiene su importancia comercial, lógica consecuencia de una posición geográfica  que  resultaba  útil  a  la  primera  potencia imperialista  en  su  afán  por  dominar  el  mercado latinoamericano.

Arriba. Fragmento del perímetro de la bahía antes de la construcción de la Avenida del Puerto. AbajoCon el derribo de la muralla de mar y la creación de la Avenida del Puerto, se otorgó una imagen de modernidad al perímetro de La Bahía en concordancia con los intereses políticos de la nueva época.
Durante la segunda mitad del siglo XX las intervenciones en los espacios públicos del puerto habían sido nulas: la creación de paseos junto al mar había terminado con la Cortina de Valdés, y la atención por lo urbano se había desplazado hacia las zonas de extramuros. Tal desinterés provocó que las vistas al mar se fueran perdiendo al construirse la Maestranza de Artillería y las sedes de otras entidades, además de las construcciones propiamente relacionadas con las actividades portuarias. De ahí que desde el propio período de la intervención norteamericana el gobierno traza y comienza a ejecutar una política de transformaciones que tenía como fin embellecer el litoral. Se demolieron los barracones de la Maestranza de Ingenieros, dando ensanche al Paseo del Prado; se erigió un pequeño templete clásico, conocida glorieta para la banda de  música. También  las  autoridades  interventoras construyeron el Malecón hasta la cercanía de la calle Lealtad se encargan de los primeros trabajos en el puerto —léase, acondicionamiento  y  restitución  de  viejos  mueles, construcción de nuevos espigones, y ejecución de pequeños dragados en puntos específicos de la costa—. Todos estos trabajos constituyeron una antesala de lo que sucedería durante la República.
En el transcurso de las primeras dos décadas del siglo XX se  producen  alrededor  de  la  bahía  importantes transformaciones que variaron la imagen del puerto de La Habana, y que se correspondían con nuevos intereses, sobretodo los de los grandes monopolios. Podemos mencionarla construcción de la nueva aduana (1914) con sus tres espigones de acero y hormigón armado, dio un cierre mayora  la  plaza  de  San  Francisco;  por  otra  parte,  el establecimiento de la Estación  Central de Ferrocarriles (1912), en los terrenos que antes ocupaba el Arsenal, impuso fuertes cambios en el sur de la bahía: las modificaciones en el terreno y la aparición de los elevados para la entrada y salida de los trenes, comenzaban a evocar el futuro de la zona, destinado a ser importante vía de comunicación. Rápido proceso de dragados y alineaciones tiene lugar. El análisis de los planos de la época permite percibir cómo hacia 1923 ya se habían producido, o estaban en proceso, alineaciones frente a la Cabaña (1918), Casablanca (1920), la Ensenada de Marimelena (dos alineaciones en ese mismo año) y frente a los Almacenes de Regla.
En la década de los años veinte, se generan tres de planes reguladores para la ciudad de La Habana donde el puerto tiene una marcada importancia. Son estas las de Enrique Montoulieu (1922), Pedro Martínez Inclán (1925) y Jean-Claude Nicolas Forestier (1926).23 De estas ideas se materializa la continuación del Malecón entre los  castillos de La Punta y La Fuerza (Forestier) .conectando el Prado y la Avenida del Golfo a los muelles de Paula, Luz y la Aduana.; y con la demolición del Hospital de Paula se vinculan estos con los almacenes de San José, y a través de Desamparados, con los muelles de Talapiedra (Montoulieu).

Paralelamente a estas transformaciones se producen cambios significativos en la fachada de la ciudad hacia el mar: las antiguas torres de conventos e iglesias dejaban de ser los hitos más significativos para acompañarse de nuevas edificaciones de oficinas o apartamentos cuya altura les distinguía dentro de esta franja de la ciudad. La zona crecía en altura, por la inserción de nuevas obras o el aumento de los niveles en las existentes, y los tradicionales techos de tejas perdían su predominio con la desaparición de viejas viviendas coloniales. En este período, al repertorio de sencillas fachadas coloniales se suman elaborados diseños eclécticos, neoclásicos, art decó; y luego, modernos, que estuvieron presentes en las instituciones estatales, los edificios de las distintas compañías, otros edificios públicos y las viviendas.
Podría afirmarse que  hacia los años cincuenta se consolidó, en el perímetro de la bahía una imagen moderna polisemántica donde lo  militar y lo  comercial, que habían caracterizado la imagen del puerto colonial, daban paso a lo religioso, y lo científico. Todo es importante para la ciudad. Esta concepción moderna se refleja claramente en el Plan Director de La Habana, realizadoen1956/58 por el grupo Town Planning Associates, liderado por José Luis Sert, que busca sustituir la imagen monumental de Forestier por el lenguaje arquitectónico contemporáneo. Para el perímetro de la bahía, el plan de Sert proponía desplazar al proletariado del centro histórico para demolerlo y convertirlo en nueva zona de consumo, semejante a Las Vegas; mientras, en el Morro ubicaba el nuevo Palacio Presidencial y los ministerios, vinculados a la gran zona de especulación en la ciudad que suponía ser La Habana del Este. Aunque desastrosa, esta propuesta se anotó el mérito de pensar en incorporar  lo  político  al repertorio de significados presentes en el perímetro de la bahía.
En 1959 la bahía muestra la siguiente zonificación de funciones: desde la entrada de la bahía hasta el Castillo de La Fuerza se halaba una extensa franja de espacios públicos compuesta por el Parque monumento a Máximo Gómez, el Parque de la maestranza y la Avenida del Puerto. Seguía una franja de mueles con diferentes usos, tanto para  el  arribo  de  pasajeros  como  la  descarga  de mercancías, y seguían los Antiguos Almacenes de San José, que durante todo el siglo XX habían sido rentados por diferentes compañías. El terreno del Antiguo Arsenal pertenecía al ferrocarril, al cual seguía la Termoeléctrica de Talapiedra. En las ensenadas de Atarés y Guasabacoa se encontraban los nuevos Astilleros, en Regla, se destacaban los atraques y la refinería; en Casablanca, otra zona de astillero se presentaba. En resumen: se había consolidaba la imagen de un puerto industrial y mercantil, asociada al método de hacer y decir una política, donde comenzaba la desorganización y el abandono progresivo.


El siglo XX impuso, con el desarrollo de la bahía como puerto, una imagen industrial que perdura.
A este panorama se enfrentó el gobierno revolucionario que, si bien transformó el uso y enfoque de la bahía en beneficio social, mantuvo la zonificación funcional heredada. Aunque ocurrieron transformaciones en el uso de los espacios urbanos, la forma de explotación de la bahía como puerto de recalada para el comercio provocó la desvalorización del espacio, la contaminación y una imagen negativa. Esta tendencia que se mantuvo hasta los años noventa. Sin embargo, la recuperación paulatina del centro más antiguo de la ciudad, y el actual enfoque de la economía, han dejado ver en el rescate de la bahía y su perímetro un ejercicio de recomposición que constituye una oportunidad interesante, y puede permitir que la zona portuaria de la ciudad, y su imagen, se redefinan y respondan a los retos económicos, urbanísticos, medioambientales, sociales, políticos y de cualquier otro tipo a los cuales se enfrenta.
CONCLUSIONES
Es posible arribar a un conjunto de reflexiones sobre el estudio de la evolución del perímetro de la bahía de La Habana y su imagen asociada en el tiempo.
El concepto de la imagen en la ciudad portuaria constituye un elemento trascendental. En el ámbito internacional el rescate de las zonas portuarias —además de resultar un hecho de primera línea en la rehabilitación de los espacios urbanos—, genera un significativo aporte económico; en tal sentido, el Gobierno y las entidades planificadoras de la capital optan por un enfoque similar.
En el caso de La Habana, urbanistas y arquitectos coinciden en la necesidad de revalorizar la bahía y reordenar su perímetro para crear uno de los centros más importantes de la vida en la ciudad, por lo que nuevas funciones recreativas, culturales, nuevos espacios públicos y de ocio, aparecerán para crear una imagen diferente a la actual donde, las nuevas funciones, podrían imprimir un aire de contemporaneidad a una zona de alto valor histórico-cultural.
Estas ideas son susceptibles a debate .si se considera que durante los orígenes la ciudad tuvo una inmensa muralla perimetral, y que en la memoria de los habaneros quedó arraigada  una  imagen  de  la bahía  como puerto, caracterizado  por  la  presencia  de  grúas,  astilleros, almacenes, y congregaciones de pequeñas lanchitas de pescadores y buques mercantes—; de ahí que, para los que estudian a La Habana desde puntos de vista urbano-arquitectónicos, o desde la óptica de la planificación territorial, ante la  interrogante de cómo tratar la imagen hacia la bahía que se quiere, entender la que irradió constituye un elemento fundamental, pues servirá de partida para proyectar el futuro.
Por otra parte, la división cronológica que hacemos en el estudio de la Historia de Cuba (Colonia, República y Revolución). Se extrapola a casi todos los objetos de estudios históricos: en el caso de La Habana, la mayoría de las investigaciones históricas publicadas abordan el puerto colonial, mientras que el puerto “neocolonial” o “republicano” no ha sido, a saber, profundamente estudiado. Menos el puerto “revolucionario”.
Lo cierto es quese pueden definir, porque marcan tanto urbana,  arquitectónica,  social,  cultural,  política  e históricamente a esta ciudad, cuatro períodos en la historia de la imagen, tanto del perímetro de la bahía como del resto de la ciudad. Estos son:
  • Período fundacional (1519-1561), en el cual se establece la villa en la costa norte.
  • Período  de  consolidación  (1561-1762), caracterizado por el desarrollo que las Flotas de Indias imprimieron al puerto, a pesar de la fuerte restricción del comercio.
  • Período de oro (1763-1898), en que se liberalizan las actividades mercantiles y el puerto alcanza el máximo esplendor de la etapa colonial.
  • Período de la metamorfosis (siglo XX), dado que se introducen cambios trascendentales que modifican la vieja estructura colonial y su imagen. Con el triunfo de la Revolución se continúa, si bien con un enfoque social totalmente diferente, la tendencia industrial que había tomado el puerto en los años prerrevolucionarios.
  • De seguro un nuevo momento se establecerá con los enfoques que se tienen del perímetro como centro de ocio y cultura.
La importancia que tienen para los estudios urbano-arquitectónicos los conocimientos históricos, anecdóticos y sociales; la necesidad de una mayor imbricación entre historiadores, arquitectos y urbanistas para hacer mejor esta ciudad de todos, justificarían explotar estas divisiones, para complementar más nuestras investigaciones y lograr un ámbito mayor de intercambio interdisciplinario que permita, no solo recupera el patrimonio tangible, sino también ese patrimonio intangible que reposa, si no en la memoria histórica de los que vivimos la ciudad, en empolvados documentos, en cualquier nota de una archivo.

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