La ciudadanía
cubana ha ido aceptando de un modo u otro esas diferencias económicas; postura
que sin dudas está influida por aquello que consta en el refranero popular: “a
quien Dios se lo dio, San Pedro se lo bendiga”. De hecho, hasta las formas “menos
ortodoxas” de ganar dinero han sido socialmente aceptadas. La libre prostitución,
por ejemplo (no el proxenetismo ni la explotación sexual). Incluso, cuando se
trata de “resolver” una necesidad tan básica como alimentarse, reparar una casa
y otras, la gente hace la vista “gorda”
ante el robo de los recursos estatales.
Pero una cosa
no es en lo absoluto aceptable: que los corruptos quieran dar ejemplos de
moralidad. En ese sentido hay cada día más convicción de que la corrupción
llega hasta bien arriba de la estructura estatal, pero es imposible probarlo
porque es imposible investigar, ya que tanto los medios de prensa como el
sistema judicial están en manos del Estado. No hay periodistas ni abogados que legalmente
puedan ejercer de forma independiente. Ante ello, la mayoría de las personas se
resigna.
Pero los datos
poco a poco empiezan a salir. El caso de Pedro Álvarez es representativo.
Durante mucho tiempo se comentaba en Cuba que este alto directivo cubano, Director
de la compañía ALIMPORT, se había robado millones y había desertado. Nada de
esto se publicó en la prensa oficial cubana. Sólo hace unos días se ha sabido,
por la prensa de Miami, que se intaló en la Florida y en dos años es dueños de
varias propiedades inmobiliarias. El Nuevo Herald lo reportaba así:
Pedro Álvarez
Borrego, el alto funcionario del gobierno cubano que supervisaba la empresa de
importación de alimentos del país, que manejaba un volumen de compra de unos
$1,500 millones al año, vive el sueño americano apenas dos años después de
haber desertado.
Álvarez ha comprado
y vendido al menos ocho viviendas en Tampa por un valor total de casi $600,000
y abrió una compañía de administración, según muestran documentos oficiales.
Además, se afirma que se ha convertido en consultor sobre cómo pueden entrar
empresarios estadounidense a los mercados cubanos.
Pero sigue siendo
un misterio cómo Alvarez, de 70 años, pudo comprar tantas propiedades a tan
poco tiempo de su llegada de Cuba, donde estaba bajo investigación criminal por
un escándalo de sobornos a cambio de importaciones en Alimport, el monopolio
estatal de importación de productos alimenticios.
Antes de su
apresurada deserción, su puesto en Alimport lo convirtió en el poderoso
negociador principal de contratos con ambiciosos exportadores estadounidenses
que alcanzaron una cifra récord de $711 millones en el 2008, y convirtieron a
Estados Unidos en el quinto socio comercial de Cuba en importancia.
En la actualidad, Álvarez,
uno de los principales desertores cubanos de que se tenga noticia reciente,
trata de mantenerse alejado de la vista pública y disfrutar de la buena vida
—un vecino dijo que su auto es un H3 Humvee rojo— mientras activistas
anticastristas de Tampa se quejan de que podría estar viviendo de dinero resultado
de la corrupción.
Un hombre que
respondió una llamada de El Nuevo Herald al número telefónico que Álvarez ha
dado en documentos oficiales estadounidenses dijo ser otro Pedro Álvarez. “Yo
soy un simple carpintero. ¿Tiene algún trabajo para mí?”, respondió antes de
reírse y colgar.
FUNCIONARIO DEL GOBIERNO
CUBANO
Alvarez, un
economista de profesión, fue designado para dirigir Alimport en 1998 y estaba
en la posición perfecta en el 2000 cuando el Congreso de EEUU autorizó la venta
en efectivo de productos agrícolas a Cuba, bajo la Ley de Reforma de Sanciones
Comerciales y Mejoramiento de las Exportaciones.
Cuba se vio
repentinamente inundada de visitantes estadounidenses que buscaban contratos de
ventas, incluyendo varios grupos de legisladores federales, seis gobernadores
estatales y un Quién es Quién de las principales compañías agrícolas, conocidas
como “Big Ag.”
“El por sí solo
decía sí y no a miles de millones en ventas’, declaró John Parke Wright IV, un
empresario de Naples, Florida, que firmó varios acuerdos de ganado con
Alimport. Las importaciones globales de Cuba llegaron a $1,600 millones en el
2011, según las cifras oficiales de La Habana.
En el 2003, Álvarez
planeó el controversial plan bajo el cual Alimport presionaba a políticos y
exportadores de EEUU a firmar promesas de que ellos cabildearían ante el
Congreso de EEUU para relajar las sanciones económicas contra la isla. El
compromiso los podría hacer técnicamente agentes del gobierno cubano, aunque
ninguno fue procesado judicialmente.
Con un puesto tan
importante, Álvarez probablemente era informado de rutina por la inteligencia
cubana sobre sus contactos estadounidenses, sus debilidades y cualquier
conducta impropia que pudiera explotarse en las negociaciones de precios,
escribió Juan Antonio Rodríguez Menier, un desertor del Directorio de
Inteligencia, en un correo electrónico para El Nuevo Herald.
Yo comparo el
caso de Pedro Álvarez con el de Luis Bárcenas y me pregunto: ¿Cuándo en Cuba, como
hoy en España, podremos hacer igual reclamo ante el gobierno? Álvarez, sin
dudas podría ser encausado por varios delitos. Tráfico de influencias, por lo
menos. Y seguramente, caerían con él varios “peces gordos”.
Pero el
gobierno cubano gestiona y limpia sus trapos en casa. Ahí está lo que
pasó con Carlos Lage y Felipe Pérez Roque; información que nunca fue divulgada
a toda la población residente en el país. Y saldrán más casos. ¿Alguien
quiere explicaciones sobre por qué Ricardo Alarcón no estuvo ahora como candidato a la Asamblea Nacional del Poder Popular? Mire usted este comentario (aquí),
y saque sus propias conclusiones. La izquierda radical insistirá en es
la campaña mediática de desinformación orquestada por el Imperio. Tal vez un
día reconozca de quién ha sido cómplice.
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