Afiche en contra del capitalismo (Autor: Garra).
Propongo algunas ideas para dar cierre a las dos entradas anteriores. Me centraré en destacar el hecho que el gobierno cubano y los economistas detrás de la Ley de Inversiones parecen desconocer que (eco)nomía y (eco)logía son dos conceptos que no por casualidad tienen una misma raíz etimológica.
Lamentablemente las personas no
estamos acostumbradas a pensar en esa semejanza, pero si lo hiciéramos,
veríamos con facilidad las falacias del concepto “desarrollo sostenible” y la
necesidad de plantear proyectos de vida alternativos.
Recordemos tres cosas: 1. El
prefijo “eco-” proviene del griego oikos (casa, vivienda, hogar); 2. El
sufijo “—nomía” proviene de nomos (ley,
ciencia que regula, que entiende, que dispensa, que reparte…) 3. El
sufijo “—logía” proviene de logos (palabra
razonada, tratado, persona que razona…). Visto así, cuando hablamos de
economía/ecología estaríamos estar hablando de pensar cómo repartir “las cosas
que tenemos en casa”.
El problema de la noción de “desarrollo”,
en cualquiera de los disfraces que hemos conocido (económico, humano,
sostenible…), está en que es un proyecto insaciable donde “las cosas que
tenemos en casa” nunca son suficientes: siempre demanda más, siempre necesita
más. Es decir, “desarrollo” y “necesidad” son dos caras de la misma moneda.
Es lo que Serge Latouche llama “la paradoja
de la creación de necesidades”: el desarrollo genera, por un lado, una
necesidad tan real que es casi fisiológica, y por otra, una necesidad
psicológica que reside en el sentimiento de que necesitamos más.
La historia de los países “desarrollados”
demuestra esa realidad: históricamente en el expolio del resto de las naciones
generando miseria en estas. Primero por la fuerza con la colonización; ahora
mediante Tratados de Libre Comercio y los mecanismos de endeudamiento, y si es
necesario, también la fuerza militar.
Décadas atrás, los economistas cubanos
tenían más o menos clara esa relación; ahora, parece que no. Décadas atrás
Fidel decía que la deuda externa es ilegítima e impagable; ahora, Raúl pretende
negociarla.
¿Y por qué quiere negociarla? Para
acceder a los recursos económicos internacionales ¿Y por qué necesita esos recursos?
Porque los propios no son suficientes para dar solución a las necesidades
internas, dicen.
¿Realmente son insuficientes? «Hoy en el
mundo globalizado ningún país puede mantenerse por sus propios medios, por una
u otra vía todos necesitan recursos externos para su desarrollo», respondería
sin más el Dr. en Economía Omar Everleny Pérez. (http://www.havanatimes.org/sp/?p=95393)
¿Cuáles son las implicaciones de
resignarse a que es así? Veamos: Si ningún país puede mantenerse por sus
propios medios, entonces todos los países del mundo no pueden mantenerse con
todos los recursos del mundo. Por tanto, ¡este mundo no puede mantenerse!
Es lo que han estado diciendo la Ecología
Política y la Bioeconomía durante décadas, pero los economistas clásicos
consideran es un catastrofismo exagerado. En ese sentido, la Huella Ecológica
es un indicador que ofrece una imagen muy ilustrativa de la decadente realidad
global.
Vivimos en una sociedad global donde la huella
ecológica media es 2,7 hectáreas globales per cápita (hgpc), lo que significa
que el “habitante promedio” necesita esa cantidad de superficie (incluida mar y
tierra) para satisfacer sus “necesidades” de todo un año (alimentos, energía,
agua, etc.). Sin embargo la biocapacidad del planeta (la explotación que puede
soportar) es de 1,8 hgpc
¿Cómo se soluciona ese déficit de 0.9?
Sencillo: unos consumen y otros no. Compiten por los recursos. He aquí el
dilema ético que la economía clásica no quiere destapar cuando, por el
contrario, todas las recomendaciones animan a competir, competir, competir. Este
discurso ha calado profundamente en los políticos y economistas cubanos: “competitividad”
o “competitivo” se repiten en los Lineamientos
tantas veces como “sostenibilidad” y “sostenible” mientras que las palabras
“ecológico” o “ecología” no aparecen ni una vez.
¿Se está haciendo cómplice del
mantenimiento de ese sistema económico mundial el gobierno cubano, cuando pone
el centro de sus medidas económicas en una Ley de Inversión Extranjera? ¿No sería más ético y eco-lógico poner el
centro de atención en “las cosas que tenemos en casa”? ¿No debería ser
el centro de las reformas económicas una Ley de Inversión Interna, una política real
de microcréditos y una revisión transparente del uso los recursos nacionales?
La huella ecológica de Cuba es 1.8 hgpc,
según las estimaciones internacionales. De acuerdo a este valor los cubanos y
cubanas estarían haciendo un consumo razonable y tener más o menos cubiertas
sus necesidades básicas. En otras palabras: el bloqueo americano sería una
“externalidad” cuyo efecto está suficientemente contrarrestado.
Pero las necesidades no están resueltas.
Lo sabemos por la vida cotidiana y lo confirma la insistencia oficial en la
falta de recursos. ¿Cómo se explica esa contradicción respecto al indicador de
la Huella ecológica? La respuesta, debemos buscarla en las lógicas productivas
internas (el desigual reparto, la ineficiencia en la distribución de la
producción y la prestación de los servicios, el desvío de recursos, etc.)
Cuando se observa la realidad económica
cubana desde la Ecología Política y la Bioeconomía, las evidencias de las
contradicciones internas se multiplican. Veamos un poco más.
Consumo anual de hectáreas
productivas
|
1.8 hgpc x 11.242.628 habitantes = 20.236.730 hectáreas
|
Superficie nacional
|
110.860 km2 x 100 ha= 11.086.000
hectáreas
|
Relación entre hectáreas consumidas / territorio nacional
|
20.236.730 hectáreas/11.086.000
hectáreas = 1.825
|
Esto significa que Cuba consume
anualmente los recursos de una superficie productiva cercana al doble del
territorio nacional. ¡El país es totalmente dependiente del exterior! ¿Puede
solucionarse este problema con una ley de inversión extranjera que aumentará la
dependencia?
Desde los principios de la Ecología y la
Bioeconomía, la respuesta sería ¡No! El más mínimo sentido común conduce a la
misma conclusión. Pero la idea del “desarrollo” es demasiado fuerte. Como explicaba
hace décadas el economista estadounidense de origen canadiense John Kenneth
Galbraith en La sociedad opulenta (The
Affluent Society, 1958):
«Lo que llamamos desarrollo económico
consiste en gran medida en imaginar una estrategia que permita vencer la
tendencia de los seres humanos a imponer límites a sus objetivos de ingresos,
es decir, a sus esfuerzos.» [Citado por Jean Baudrillard (1974). La sociedad
del consumo, Ed. Siglo XIX, p.
73]
Existe una diferencia fundamental entre
un ecosistema y los sistemas humanos (económicos): los ecosistemas en
equilibrio toman recursos externos pero nunca están en deuda. La pregunta
sería: ¿es posible pensar relaciones económicas con el exterior que no
conduzcan al endeudamiento?
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