Afiche en contra del capitalismo (Autor: Garra).
El pasado 16 de abril el gobierno cubano decidió publicar la
nueva Ley de Inversiones, tres semanas después de aprobada por la Asamblea
Nacional. Aprovechó la Semana Santa, fecha en las que los medios de comunicación
internacionales están centrados en cuestiones festivo-religiosas que acaparan
casi todos los espacios de información. ¿El parecido con las estrategias de
ciertos gobiernos europeos para decretar las medidas más impopulares en días
festivos, es pura coincidencia?
Hago esta pregunta para motivar la reflexión, aunque ahora me
centraré no en las estrategias de comunicación sino en la esencia del discurso
comunicado; cuyo primer “POR CUANTO” dice:
“Nuestro país
ante los desafíos que enfrenta para alcanzar un desarrollo sostenible puede,
por medio de la inversión extranjera, acceder a financiamiento externo,
tecnologías y nuevos mercados, así como insertar productos y servicios cubanos
en cadenas internacionales de valor y generar otros efectos positivos hacia su
industria doméstica, contribuyendo de esta manera al crecimiento de la
nación.”
Quienes tengan alguna experiencia como investigadores(as)
pueden reconocer que esta es la hipótesis científica del proyecto del gobierno
cubano. De ella discutiré lo que, entiendo, es su principal categoría de
análisis: el “desarrollo sostenible”.
El “desarrollo sostenible” viene siendo la categoría central
desde los “Lineamientos de la Política Económica y
Social del Partido y la Revolución” (2011). Es un concepto asumido como axioma que no
necesita verificación y es una verdad absoluto. Sin embargo perspectivas
progresistas como las de la Ecología Política o la Teoría del decrecimiento, enfrascadas
en promover una sociedad global más justa y compatible con la lógica de la
naturaleza, hace muchos ue lo han puesto en entredicho, demostrando que este
‘desarrollo’, aún con el apellido “sostenible”, no es más que lo mismo. ¿No conocen
esto los economistas cubanos?
Como explica Serge Latouche
en su libro “Sobrevivir al desarrollo. De la
descolonización del imaginario económico a la construcción de una sociedad
alternativa”—¡escrito en 2004, hace una década!— el concepto “desarrollo
sostenible” está en la línea de conceptos como “desarrollo”, “desarrollo humano”,
“desarrollo local” y otros que representan la impostura desarrollista. En ese
sentido el autor nos advierte que, así como en Europa el “socialismo” fue una
esperanza en nombre de la cual unos hombres valientes y generosos se
sacrificaron pero también sacrificaron a generaciones y generaciones para construir un futuro radiante, lo
mismo ocurrió con la esperanza del “desarrollo” en los países del “Tercer Mundo”.
El
“desarrollo” -- explica Latouche-- es una esperanza sospechosa en sus orígenes
y sus fundamentos, ya que fueron los occidentales quienes la llevaron consigo a
los países que antes habían colonizado; es una esperanza que los dirigentes y
las élites de los países nuevamente independientes presentaron a sus pueblos
como la solución a sus problemas. El proyecto desarrollista era incluso
la única legitimidad confesada de las élites en el poder.
“Los
responsables de los jóvenes Estados estaban ligados a contradicciones
indisolubles. No podían rechazar el desarrollo ni construirlo. No podían, en
consecuencia, ni rechazar introducir, ni lograr adaptar todo lo que forma parte
de la modernización occidental: la educación, la medicina, la justicia,
la administración, la técnica. Los frenos, los obstáculos y los bloqueos
de cualquier naturaleza, tan queridos por los expertos economistas, hacían
poco creíble el éxito de un proyecto que implicara acceder a la competitividad
internacional en la época en que se preparaba la hiperglobalización actual,
es decir la guerra económica generalizada” [pág.10]
Repasando
este libro, escrito hace una década sobre cuestiones que iniciaron 50 años
antes, parece que está escrito sobre lo que acontece en Cuba hoy. Es una
muestra más de cuan retrasados y ajenos están los políticos y tecnócratas de
los enfoques anticapitalistas más actuales. Desde mi punto de vista, este
alejamiento es voluntario, pues sí conocen bien as políticas desarrollistas que
dictan el FMI o el Banco Central Europeo.
Comprender
todo lo que está detrás de concepto “desarrollo sostenible” requiere de un
espacio más largo del que puede ofrecer un post. En ese sentido, para motivar
el debate, sólo recordaré, como señala Serge Latouche, que detrás de la
promoción de conceptos como “desarrollo sostenible” (presentado en la
conferencia de Río de 1992), “desarrollo socialmente sostenible” (promovido en
la Cumbre de Copenhague 1995) o “desarrollo
humano” y “desarrollo local” (propuestos por el PNUD) siempre han estado
instituciones económicas transnacionales cuyo fin es el desarrollo “puro y
duro”.
Como
ejemplo Latouche menciona el papel del Banco Mundial, el Fondo Monetario
Internacional; o el World Business for Sustainable Development, cuya fusión con
la Cámara de
Comercio Internacional dio origen al Business Action for Sustainable
Development (BASD), que formaría un lobby de 163 empresas multinacionales
–entre las que se contaban AOL-Time-Warner Areva, Michelin, Suez, Texaco,
Dupont—, presentes en la
Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible en Johannesburgo
2002.
¿A
quién, entonces, le interesa el “desarrollo sostenible” cubano?¿Es casual que
la ley de inversiones extranjeras, o más concreto, proyectos como el puerto de
“El Mariel”, estén pensados para negociar con las grandes empresas?¿Una
transnacional brasilera es menos imperialista que una norteamerica?
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